miércoles, 15 de abril de 2009

Gracias a Pedro por esta "joyita"

CARTA, REMITIDA POR EL SR. D. ANGEL HERNANDEZ AL EXMO. SR PRESIDENTE DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, DESDE ALMONACID DE LA SIERRA, CON FECHA DE 26 DE JUNIO DEL AÑO 1.923. EN LA QUE SE DA NOTICIA DE VARIOS HALLAZGOS EN EL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE NUESTRA SEÑORA DE HERRERA (HERRERA DE LOS NAVARROS), ENTRE ELLOS UN CRÁNEO Y RESTOS HUMANOS QUE SE RELACIONAN CON EL REY JAIME I DE ARAGÓN:

Excelentísimo Sr. Presidente de la Real Academia de la Historia.
D. Angel Hernández Lázaro, natural y maestro de una escuela nacional de esta villa de Almonacid de la Sierrra, tiene la honra de dirigirse a V.D. para expresarle lo siguiente. A unos siete Km. de la histórica villa de Herrera de los Navarros, y en lo más elevado de una abrupta y gigantesca mole, cuyos picos se elevan en mil trescientos cuarenta metros sobre el nivel del mar, se encuentra el santuario de la Virgen de Nuestra Sra. De Herrera, cuya aparición se pierde en la noche de los tiempos, pues si bien se tiene noticias fehacientes de creación (más bien prolongación o renovación de la ermita) en el año mil quinientos cuatro, es lo cierto que varios años antes ya funcionaba una cofradía devota de la Virgen, con lo que se evidencia que la aparición de la Santísima Virgen fue anterior a aquellas fechas que primeramente nos hablan de la ermita.
Si hemos de creer lo que la tradición nos dice, la construcción de dicho Santuario se remonta a los tiempos de D. Jaime Primero de Aragón, que lo mandó construir, y de cuya Virgen debió ser ferviente devoto, como lo atestiguan las riquísimas ofrendas al Santuario, y de las que sobresale un manto que muy a las claras deja ver hasta a los profanos, que su hechura corresponde a tiempos muy pasados y que su valor es de una considerable importancia, sobresaliendo al de todos los regalos que de esta especie tiene la Virgen. Igualmente llama la atención sobremanera otro regalo de D. Jaime Primero, consistente en un collar de numerosas y gruesas piedras preciosas, al parecer de naturales esmeraldas. Todos estos hechos vienen a confirmar de una manera más o menos directa, la posibilidad (para el recurrente de una certeza moral), de que el cráneo que se encuentra debajo del retablo mayor, sea en efecto de D. Jaime Primero el Conquistador, como nos ha dicho el eremita, y que más bien que restos óseos, parece por su enorme consistencia calcárea, un enorme fósil humano, lleno de polvo y salpicado con gruesas gotas de cera caídas de las velas encendidas por el ermitaño al presentarlo al turista que osa escalar la abrupta montaña, o al devoto de la Virgen que escudriña las particularidades del Santuario. ¿Y no cabe la probabilidad siquiera de ser de algún otro ser humano? Hemos preguntado y el ermitaño con su cara alargada, de masa pensante, comprimida y la voz fuerte y enérgica, como si tuviera la profunda convicción de decirnos una gran verdad o de revelarnos un hecho que no podía desfigurar, ni mentir sin perturbar toda la cadena que enlazaba su conocimiento con el de tiempos tan remotos, nos ha dicho: “¡ca! no señor. Aquí nadie ha muerto, además que se le hubiera dado sepultura en el cementerio o iglesia del pueblo y de allí nadie tendría el capricho de pésimo gusto, mayormente tratando de la devoción antigua, de subir lo que en cualquiera sería repugnante, aparte que ningún sacerdote hubiera consentido tener ahí semejantes huesos.
Lo que sucede es que ese gran Rey, fue muy cristiano y fundó muchas iglesias y ermitas, y entre ellas fue ésta una, y después de muerto, quisieron tener como reliquia de semejante protector, uno de sus restos óseos que se repartieron entre varios puntos de devoción”.

Nosotros hemos convenido, agitado nuestro espíritu por la responsabilidad moral que desde aquel momento pesaba sobre nosotros por tamaña e ignorante profanación y en uno de sus hijos más ilustres, hemos descargado todo el peso de nuestra conciencia. ¿Sabe V.D. las reliquias que guarda el santuario? Le hemos dicho y en medio de la más estupefacta sorpresa, le hemos cogido del brazo y avanzando con el espíritu lleno de recuerdos históricos de aquel Rey, que mereció el sobrenombre de Conquistador, hemos convenido unánimes y a la vez “esto no debe seguir así” y pensando el que tiene el honor de dirigirse a V.D., que a dicho Rey podría caberle, aún después de la tumba, un más allá histórico, he resuelto comunicarlo a esa docta Corporación a la cual ofrezco gustoso mis respetos y mi modesto concurso, por si creyéndolo de interés, se digna ordenarme alguna investigación relacionada con este asunto, o cuanto crea favorable, pues crea que de esta manera cumplo con el deber que mi profesión me impone, de contribuir en la forma que me sea posible, al mayor esplendor (sobre todo de la Historia Patria), así de las ciencias como de las letras.
Dios guarde a V.D. muchos años.
Almonacid de la Sierra (Zaragoza) a 6 de junio de 1.923.

Angel Hernández Lázaro.

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